En la historia del arte la evolución de la escultura fue siempre más lenta que la pintura. Salir de la modelación y la talla para llegar a la construcción llevó un tiempo considerable, extenso. Pero la escultura siempre tuvo la ventaja de agregar a la visión el tacto, lo tridimensional, la organización del espacio de todos los costados, un frente y una espalda.
Gaby Grobo construye sus esculturas con objetos encontrados, desgastados, vetustos. Una expresión artística que evita el olvido de esas piezas ya destinadas a no existir más, y resucitan en una construcción poética. Muchas de ellas fueron parte de la maquinaria agrícola, sintieron el contacto con las profundidades de la tierra. Lo rústico del hierro, la piedra y la madera, el óxido y el desgaste del tiempo es suavizado y hasta iluminado por la intervención del color que ella elige sin azar para ciertos lugares de la obra. Como no se trata de un bloque de materia homogénea, el vacío, las aberturas que se cuelan entre los materiales sólidos forman parte estudiada de una estética precisamente de esa ausencia de la masa. Oquedades que aligeran las presencias sólidas y pesadas de los componentes de la escultura. Y como es de esperar el horizonte también está presente, esa pieza horizontal que en algún punto de la escultura nos encuentra.
Contemplar las esculturas de Gaby es entrar en un camino de historia recorrido por todos esos elementos recuperados y devueltos a una vida nueva.
Eduardo Carballido