Gaby Grobo ‒ Entre cielo y tierra

Esta muestra de Gaby Grobo rinde un homenaje múltiple a la Historia del Arte, a sus sueños, sus raíces y fundamentalmente a la pintura, generadora de acciones y tensiones que transforman la realidad en belleza, recuerdos, evocaciones rotundas y al origen, la tradición y la posibilidad de acentuar la evidencia de que la pintura aún tiene muchas cosas por decir. Citas, apropiaciones y simulacros son estrategias, disponibles en la actitud posmoderna, que ensanchan el mundo del arte y son fuente inagotable para desarrollar una iconografía ampliada del universo que la artista indaga con vigor.

 

Gaby entra en ellas desde variados lugares, operando en un laberinto de ideas que se manifiestan a lo largo de su prolífica producción.

 

El paisaje es el motor de su tarea y es a través de él que la artista puede desarrollar un discurso darwiniano en su trabajo, recogiendo influencias e ideas, traduciendo citas que conviven como materia escencial en sus obras. Ante todo Grobo conoce profundamente el paisaje que retrata, sabe de sus bondades y dolores, de su pasado, sus perfumes e incertidumbres. Lo retrata sin adornos superfluos, lo que pone es lo que ve y conoce, como lo observó Sívori o lo sintió Kiefer. Las espigas, los cercos, la tierra fértil o seca, el despuntar el día o los relámpagos inmensos son los habitantes de sus obras.

 

De la inmensidad de sus paisajes nadie puede escapar, no hay horizonte cercano para practicar la huida; hay que permanecer en la inmensa tierra y enfrentarla, así es ella, sólo la idea del hombre, como adusto árbol, permanece implacable.

 

Gaby Grobo nació y creció en la simple llanura de la pampa. Allí se hizo madre y artista y como ella nos cuenta: «De ahí nacen los símbolos del árbol y las raíces. Los colores proceden de los amaneceres, de los crespúsculos del campo. Es esa luz de la pampa que siempre me emocionó… La raíz como el lugar desde donde se nace, lo que da vida al árbol, y también la raíz como el lugar desde donde venimos y desde donde nos gestamos. Y como con el árbol, cuanto más fuerte tenemos la raíz más alto podemos llegar, más sólida se construye una vida…»

 

Gaby estudia y observa la naturaleza del campo para explicarnos los misterios de la vida y comunicarnos la magia por medio de colores y empastes atrapantes.

 

En la pintura de 2014 «Los que vinieron a poblar la llanura» nos muestra un grupo sólido y unido de personajes que flotan sin horizonte en el espesor del pigmento.

 

En «La fuerza de la producción VI» también de 2014 una cascada de colores alude a la generosa tierra que pudieron comenzar a labrar nuestros colonos.

 

Más adelante en «Rumores de la tierra» de 2017 percibimos en la lejanía unos pocos árboles que vigilan el horizonte, mientras unas ramas secas se interponen como testigos indudables de las labores del campo, como luego lo constatamos en «Esperando que pisen la parva» de 2015 con una explosión de color que da luz sobre su paleta terrosa y ocre.

 

La artista se adueña y afirma en su técnica, usando con destreza los empastes y texturas. Aquí la rima visual con el artista alemán Anselm Kiefer es notable. Las armas que le otorga la Historia del Arte salen a relucir, misma paleta, texturas y fiereza en el uso de los materiales, al que se le suma un aparato interpretativo sobre el origen, las raíces y el peso rotundo del fuerte y robusto paisaje.

 

Muchos artistas giran en la memoria visual de Gaby, Van Gogh, Pollock o Burri. Ellos pueblan sus evocaciones.

 

Más recientemente un notable giro se produce en su obra: los empastes expresionistas y viscerales dan paso a superficies de tintas planas y colores vibrantes, como en «Tiempos de cambios» de 2019, cuyo título expresa la necesidad de seguir un camino de nuevos encuentros con la pintura. Esa paleta fauvista cobija al omnipresente árbol; no lo protege, lo idolatra pues él la guía.

 

Si algo unifica la pintura de la artista no es precisamente la pintura, sino la presencia constante de la tierra, la rama y el fruto con sus múltiples implicancias.

 

Otro aspecto de su prolífica producción se refiere a las esculturas que produce actualmente. A la manera de un «ready made» Grobo se encuentra por azar con restos inservibles de máquinas o herramientas de labranza que unidas y conectadas, no por sus significados pero sí por sus sugerentes formas, agrandan su horizonte formal. Objetos bellos y rústicos como nos mostró Picasso en sus esculturas de los 30.

 

Hoy esos restos de herramientas no duermen en el olvido sino que también rinden tributo a sus hazañas resignificando sus funciones.

 

Gaby Grobo es una artista genuina que da gigantes pasos en esta necesaria, ardua y gratificante tarea que es el arte.

 

Hugo Petruschansky