Reflexiones breves

El prestigioso teórico del arte moderno Dan Cameron reflexionó sobre las dos afirmaciones que aludían al siglo xx y creaban dos tipos de obras: las abstractas que se consideraban también, por definición, arte moderno, y las figurativas, que significaban rechazar lo moderno en favor de los ejemplos y prácticas del pasado. En efecto, con el tiempo nos acostumbramos a la abstracción como modo de vida, es decir que la abstracción se convirtió en otra forma de realidad. La batalla se libró y no hubo vencedores ni vencidos. En cada campo dejaron sus huellas que hoy nos parecen arqueológicas.

 

La artista Gaby Grobo entra en esta categoría dual. Su arte pictórico hace malabarismos para intervenir en ese ejemplo, “abstracción–figuración”, tierra, paja, agua, pigmentos, elementos que reúne y convoca para realizar un rastrillaje impecable, donde el ojo ve y el cerebro rectifica y transforma a la simple palada de tierra espesa y fértil, en una reflexión sobre los cambios climáticos que la naturaleza expresa día a día.

 

El arte toma nuevos caminos que se reafirman en lo individual y cuya principal característica es la libertad y la fascinación por la soledad y el hedonismo del proyecto y su proceso. Son los nuevos individualistas. El artista desalentado por su contexto político y social se refugia ahora en su interior y abandona toda referencia externa. Se valora, por lo tanto, una especie de huella dactilar del artista, porque es algo único y de cada uno.

 

Aquí la paradoja, un arte hecho de abreviaturas, de ligerezas y de halagos.

 

Es cierto que la movida hacia el xxi comenzó temprano y es ahí donde se deben rastrear las huellas del camino que toman luego los artistas. Es imposible no acatar las disyuntivas que los maestros nos impusieron, visibles o no. Hay un puñado de artistas que gravitan e hicieron replantear nuevos caminos.

 

En diálogo con Gaby Grobo, coincidimos en el sendero de sus rutas. Primera parada: las artistas del Color Field Painting, donde se potencia también la materialidad del cuadro y convierten al proceso artístico casi en un rito religioso, siendo la pintura la prueba documental del mismo. La improvisación formaba parte de este trance, casi místico, en el que el artista entraba en contacto directo con sí mismo. Este automatismo podría derivar del Surrealismo, que aún está vivo desde hace 100 años.

 

No es mi intención hacer un catálogo historicista del arte actual, sí me interesa proponer una lectura y reflexionar sobre el rol de la disciplina; dialogar con otros artistas que dan cuerpo fecundo a la obra de la artista.

 

Del expresionismo abstracto de la pandilla de Pollock hasta Cliford Still, el gesto, la pintura matérica, los espesores de la tela que coincidimos con Gaby. Las obras de Serge Poliakoff, Anselm Kiefer o Alberto Burri son ideales para ponerlos en diálogo.

 

Si penetran en ese mundo, la barca de los pensamientos no naufragará y llegarán felices a un muy buen puerto. Se los aseguro.

 

Hugo Petruschansky